Cuenca, una ciudad por descubrir

Cuenca, una ciudad por descubrir

Las casas colgadas de Cuenca.
Imagen cedida por Mary Gómez.

Pequeña y empinada, pero con muchos tesoros por descubrir. Así es Cuenca, una ciudad manchega de carácter medieval, que en Semana Santa se viste de tradición y ofrece una experiencia única a los viajeros que se desplazan hasta allí. Además de visitar sus monumentos más conocidos, en esta escapada te proponemos participar en una procesión muy especial y degustar los platos típicos de la gastronomía conquense. ¿Te animas?

Tradición e Historia se entremezclan en la ciudad fortificada de Cuenca, que concentra en muy pocos kilómetros cuadrados una gran variedad de atractivos turísticos que en esta escapada tendrás la oportunidad de descubrir. Antes de empezar la visita, asegúrate de llevar un par de zapatos cómodos capaces de plantar cara a las empinadas y adoquinadas cuestas de la localidad.

Después, dirígete al casco histórico, que se eleva sobre una plataforma rocosa formada por las hoces de los ríos Júcar y Huécar. Admira el paisaje montañoso, que a algunos les resulta imponente, y sigue hacia el monumento más representativo de la ciudad: las Casas Colgadas. Son unas balconadas de madera que parecen estar suspendidas sobre la hoz del Huécar y que, en la actualidad, acogen el Museo de Arte Abstracto Español. La mejor vista de las Casas Colgadas y de Cuenca en general la obtendremos desde el Puente de San Pablo.

También en el casco antiguo merece la pena visitar la torre Mangana, la catedral (con una fachada majestuosa), la iglesia de San Miguel y el camino hacia la ermita de la Virgen de las Angustias, desde donde se puede fotografiar panorámicamente el conjunto monumental de Cuenca.

Gastronomía conquense

Resolí, la bebida típica de Cuenca.En la zona antigua de la ciudad, además de deleitarse con el patrimonio monumental, se pueden degustar los platos más típicos de la gastronomía conquense, muy rica y vinculada a la carne de caza, aunque desconocida por la mayoría de los viajeros.

Los amantes del tapeo, pueden empezar con una ración de morteruelo, una especie de paté grueso que se come con tenedor y pan, elaborado a partir de tres aves (perdiz, codorniz, gallina) y tres carnes (liebre, conejo, cerdo). Pueden completar el menú con unas gachas manchegas, hechas a base de harina de almorta, y unos zarajos bien fritos, que son los intestinos de cordero lechal marinados.
De postre, no puedes dejar de pedir alajú (una especie de torta con obleas, rellena de una masa de almendras, pan rallado y miel cocida) y una copita de resolí, un licor de café con un sabor muy característico.

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