Los romanos encontraron en León una auténtica mina de oro de la que estuvieron extrayendo este precioso metal durante más de 200 años. Fruto de la explotación aurífera llevada a cabo durante casi cien años, del siglo I al II, se moldearon las rocas y montañas de este paisaje ya de por si característico. La espectacularidad del entorno junto con su importancia histórica y la infraestructura museística del aula arqueológica ofrecen al visitante un completo «viaje en el tiempo» para comprender de cerca el funcionamiento de la mayor explotación aurífera de todo el Imperio Romano.
Los sistemas empleados para la extracción del oro dieron como un conjunto de sinuosas montañas, profundas cavidades y escarpados acantilados de color rojizo que desde 1997 engrosan la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Las profundas alteraciones que se dieron en el medio natural provocaron nuevos ecosistemas que se han mantenido en perfecto equilibrio hasta nuestros días. Los romanos introdujeron y plantaron castaños que ocuparon el lugar predominante, que hasta entonces, había tenido la encina. A día de hoy, paseando por las Médulas podremos apreciar ejemplares centenarios.
Hay numerosas sendas para conocer el entorno, de hecho, dentro de la zona arqueológica hay cinco pequeñas travesías que nos permitirán descubrir las vistas panorámicas que se tienen desde sus miradores y adentrarnos y contemplar la profundidad de sus cuevas. Paisajes sorprendentes que nos servirán para hacernos una idea de lo que supuso este enclave para los romanos.